Geólogos españoles buscan zonas para enterrar el CO2 a 800 metros de profundidad
MADRID.- España busca sin descanso un almacenamiento subterráneo para el dióxido de carbono (CO2) que producen las centrales térmicas de carbón, gas o fuel. El rastreo de formaciones geológicas idóneas a más de 800 metros de profundidad lo está realizando el Instituto Geológico Minero de España (IGME), que viene trabajando en el proyecto desde hace dos años y medio.
Ya en 2007 se hicieron los primeros estudios en formaciones permeables profundas de agua salada en la Península. Son estructuras porosas capaces de albergar los millones de toneladas anuales que emite una central térmica de carbón de 500 megawatios.
Otra de las formaciones estudiadas son las capas de carbón. España no cuenta con yacimientos de petróleo o gas, una estructura que los geólogos consideran la más idónea tras quedarse las bolsas vacías de hidrocarburos.
Elmundo.es ha tenido acceso a los mapas elaborados por el IGME en este tiempo. El último, de este mismo año, ya delimita las zonas potenciales. Están reflejadas en el gráfico que acompaña a este texto y corresponden a estructuras rocosas de agua salada a gran profundidad. Deben estar a más de 800 metros, donde las condiciones de presión -80 atmóferas- y de temperatura -más de 30ºC- facilitan que el gas se transforme en líquido muy fluído, lo que facilita su infiltración en el tejido rocoso. El CO2 en esas condiciones ocupa 500 veces menos que a presión normal.
«Estamos investigando por propia iniciativa, aunque con los criterios del borrador de la directiva europea de Captura y Almacenamiento de Carbono, que será aprobada próximamente. Somos 17 los países que estamos trabajando en esta línea con la finalidad de poner a punto una tecnología segura que puede ser necesaria ante una gran crisis energética», declaró a elmundo.es, Miguel Ángel Zapatero, responsable de la investigación.
Calcular el coste
Tras la elaboración de los mapas, el IGME se propone ahora caracterizar las formaciones y conocer el comportamiento del gas en ellas. Pero estos estudios llevan tiempo y son costosos, puesto que se trata de perforar, hacer catas, inyectar gas y analizar todo el proceso. «Hay que invertir en esta investigación. Pero las empresas eléctricas son reacias porque no están acostumbradas: hasta ahora, el CO2 se emitía sin control a la atmósfera.
Pero ellos saben que eso ha cambiado radicalmente», señala Zapatero. La caracterización de los potenciales emplazamientos forman parte de otra línea de investigación del IGME denominada Geocapacity, que establecerá un sistema de valoración económica y técnica para toda la UE. Los 27 tendrán un sistema común para detectar el mejor emplazamiento, dependiendo de la distancia al punto de captura del CO2.
Geocapacity será una herramienta para decidir dónde almacenar, porque calculará el coste del proceso. Como en la UE existe el mercado de emisiones de carbón, será posible conocer de antemano la viabilidad económica.
La tonelada de CO2 tiene actualmente un coste de 30 euros en el mercado europeo, aunque oscila. El proceso de captura, transporte y almacenamiento del CO2 podría costar entre 30 y 35 euros, según Zapatero. Este precio podría llevar a la UE a adoptar el volver a poner en marcha plantas térmicas de carbón, que capturen el CO2 de las calderas, lo transporten y lo almacenen.
Lograr esta carambola de ciencia-ficción evitaría la emisión de varios millones de toneladas de CO2 por cada planta. Y podría convertirse en una de las herramientas para que Europa reduzca sus emisiones un 30% para 2030 como se ha comprometido. Aún así, los ecologistas europeos son reacios a esta tecnología.