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13/9/08

A Cosmos hay que bajarle los humos

OPINIÓN/ A Cosmos hay que bajarle los humos



viernes, 12 de septiembre de 2008
Por Manuel E. Morán García, profesor titular de Derecho internacional privado 

El pasado 29 de noviembre, la Comisión Provincial de Prevención Ambiental de la Junta de Castilla y León aprobó la propuesta de resolución favorable a la solicitud de Autorización Ambiental Integrada presentada por la cementera Cosmos, situada en Toral de los Vados, para poder quemar residuos en su proceso productivo. Concretamente se prevé la incineración de neumáticos, plásticos, harinas y grasas animales, lodos de depuradora, envases procedentes de residuos sólidos urbanos, papel, cartón y biomasa. Según estimaciones iniciales, Cosmos tendría capacidad para quemar en sus hornos de cemento unas 33. 000 toneladas anuales de distintos residuos.

 

La primera vez que tuve conocimiento del asunto pensé que no podía ser cierto. Ni al que asó la manteca se le ocurriría autorizar la instalación de una incineradora de residuos en una olla tectónica como la berciana: ríos de cauce lento en la cota más baja, poco viento y mucha lluvia contribuirían a la sedimentación fatal de las partículas liberadas a la atmósfera. Cuando personas e instituciones vinculadas al sector agrario, colectivos ecologistas, plataformas ciudadanas y medios de comunicación comenzaron a insistir en la tozudez de los hechos, la mitad de la cara se me quedó sumida en el estupor y la otra mitad enrojeció de indignación y vergüenza. Que el tratamiento de los residuos es un problema grave lo sabemos todos, pero que la incineración es la forma menos sostenible, más peligrosa y criticada de afrontarlo también es del dominio del común de los mortales. Como diría Jack el destripador, vayamos por partes.

Por centrarnos tan sólo en la cuestión de los neumáticos, un dato puede ayudar a hacernos una idea de la magnitud del problema: en España se generan cada año 250.000 toneladas de neumáticos usados. Sólo el 60% de este volumen total está más o menos controlado, ya sea simplemente amontonados en vertederos o bien almacenados tras su trituración. El 40% restante carece de cualquier tipo de control. En ambos casos, el problema sigue sin resolverse. La quema directa, controlada, incontrolada o accidental, se convierte en un grave trastorno medioambiental, ya que genera emisiones de gases cargados de partículas nocivas para el entorno y la salud. No menos problemático es el almacenamiento, puesto que, al margen de los problemas de estabilidad propios del vertedero, las montañas de neumáticos forman arrecifes donde la proliferan ratas, insectos y otros animales dañinos. La reproducción de ciertos mosquitos, que transmiten por picadura fiebres y encefalitis, llega a ser 4.000 veces mayor en el agua estancada de un neumático que en la naturaleza. Para afrontar este problema, son varios los sistemas de reciclaje de neumáticos y destrucción que pueden utilizarse, pero la incineración es la menos lógica, la más peligrosa y la más desautorizada.Es la menos lógica y sostenible porque en lugar de eliminar los residuos no hace otra cosa que trasladarlos a la atmósfera. Es peligrosísima, porque las sustancias liberadas por la combustión (dioxinas, furanos, metales pesados, hidrocarburos aromáticos policíclicos) se encuentran entre las más tóxicas y cancerígenas que se conocen y resultan, en definitiva, mucho más contaminantes que los materiales quemados.

Finalmente, la incineración no sólo es criticada desde posiciones ecologistas delirantes, sino que resulta claramente incompatible tanto con las directrices de la Unión Europea sobre mejores técnicas disponibles para la previsión y el control integrados de la contaminación (europa.eu/scadplus/leg/es/lvb/l28045.htm), cuanto con las conclusiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (www.ipcc.ch/pdf/technical-papers/paper-I-sp.pdf). Ambas instancias descartan la incineración como práctica aconsejable en el tratamiento de residuos por el despilfarro de recursos y energía que supone, en tanto que señalan otras alternativas como  la termólisis, que somete a los materiales de residuos a un calentamiento en un medio carente de oxígeno y permite volver a obtener los compuestos originales del neumático; pirolisis, en desarrollo desde hace años en Taiwán; trituración mecánica, proceso calificado como altamente limpio, pues excluye cualquier tipo de procedimientos químico y permite la utilización del reciclado como parte de los componentes de las capas asfálticas de las carreteras, alfombras, aislantes de vehículos, fabricación de tejados, pasos a nivel, cubiertas, masillas, aislantes de vibración y acústicos, campos de juego, suelos de atletismo o pistas de paseo y bicicleta.

Ante tal cúmulo de inconvenientes, cabe reflexionar en torno a una cuestión capital: intentar comprender las razones que han podido impulsar a las autoridades autonómicas a autorizar tamaña agresión contra nuestro ecosistema, nuestra salud y nuestro futuro. Descartados los demasiado habituales delirios paranoicos, según los cuales existiría una conspiración mesetaria para destruir El Bierzo, hay una serie de argumentos  que la propia empresa no se cansa de esgrimir y que pueden haber pesado en la nefasta decisión administrativa. El primero es que la actividad resuelve el problema del tratamiento de residuos de una forma segura desde el punto de vista medioambiental. El segundo es que va a generar puestos de trabajo. Ni uno ni otro resisten un análisis en profundidad.

Vayan por delante un par de principios básicos en cuestiones de gestión medioambiental, el primero, acuñado tras el vertido del Exxon Valdez, allá en Alaska por 1989, se resume en la frase "el que contamina, paga". El segundo, repetido hasta la saciedad por nuestras madres y abuelas, sigue la máxima "no es más limpio quien más limpia, sino quien menos ensucia". En el caso de Cosmos, no se van a respetar ninguno. No sólo no va a pagar, sino que va a financiar su actividad, ya altamente contaminante, sustituyendo su fuente habitual de energía, el coque, con el resultado energético de quemar los neumáticos. El resultado final es que, pareciendo que contribuyen a hacer desaparecer el problema de los neumáticos usados, en realidad van a generar una catástrofe medioambiental de consecuencias difíciles de calcular, al proceder a incinerar residuos en una cota baja de una fosa tectónica muy irrigada y escasamente sensible a la acción tractora del viento como es El Bierzo. A ver si encima de financiarles tendremos que darles las gracias por degradarnos no sólo nuestras marcas de calidad, como la manzana reineta, mencía, pera conferencia, castaña, pimiento; sino todas las señas de identidad donde descansa buena parte de nuestro presente y futuro económico, ecológico y social: Bierzo paraíso natural, Bierzo espíritu del noroeste, etc.

Por si esto fuera poco, aun suponiendo que la actividad proyectada crease una importante fuente de trabajo, hay motivos más que sobrados para hacer todo lo posible para detenerla. En primer lugar, tampoco van a ser tantos los empleos generables, por la sencilla razón de que lo único que la empresa proyecta acometer es la adaptación de sus estructuras a la incineración. No se trata de crear una planta nueva, sino de acondicionar sus instalaciones para proceder a sustituir la energía del coque por la producida a partir de la quema de neumáticos. En segundo término, una vez abiertas las puertas a este tipo de actividades, no está de más recordar que la autorización no sólo contempla la posibilidad de quemar neumáticos usados, sino que es extensible a plásticos, harinas y grasas animales, lodos de depuradora, envases procedentes de residuos sólidos urbanos, papel, cartón y biomasa. Aviso para navegantes poco avezados: en una nave industrial situada tras el Puerto del Manzanal hay acumuladas toneladas de material de desecho de hospital que los alemanes no quieren quemar  en su entorno, a la espera de una oportunidad para ser eliminados.

En fin, aunque parezca una perogrullada, es preciso recordar que este disparate no sólo afecta a la patria chica, al Bierzo. Que no nos mientan. Cualquier tipo de emisión en una olla tectónica regada por importantes cauces fluviales acaba por contaminar cuencas enteras. Si yo viviera a las orillas del abuelo Miño, en tanto que padre del Sil, no estaría tan tranquilo, y  tampoco a orillas del Atlántico, donde todo va a parar por este lado. Este otoño puede ser el último que tengamos para presumir del Bierzo como entorno natural privilegiado. Puede ser el último en que te atrevas a comer una fruta directamente del árbol, una lechuga de la "huertina", un filete de ternera natural, una trucha de cualquiera de nuestros ríos. Si no somos capaces de demostrar que hay algo más detrás del bercianismo de vino diario y fútbol semanal, vamos dados. En Córdoba y en Cataluña ya se ha logrado paralizar atropellos semejantes e incluso se cuenta con pronunciamientos judiciales favorable en recursos muy similares a los impulsados desde nuestros consejos reguladores, los sindicatos agrarios Asaja y UPA, la Asociación Berciana de Agricultores, la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábrica, la Plataforma para la Defensa de la Sierra de Gistredo, la Asociación A Morteira, el Colectivo Liberación, la Asociación de Mujeres del Bierzo, la Asociación El Zofredal de Cobrana, Izquierda Unida, el Partido del Bierzo y varias juntas vecinales de pueblos del Bierzo central. Que nadie se llame a engaños, no va a ser fácil, pero juntos podemos... ¡HAY QUE BAJARLES LOS HUMOS!