Los leoneses no se olvidan de los sabores de su tierra, donde reinan platos populares como el botillo o la cecina. La gastronomía les une con los amigos cacereños, y cada año celebran varios encuentros en torno a los fogones: cocido maragato, el patrón San Froilán, la sopa de trucha o, en el caso de ayer, la XVI Fiesta del Botillo.
Es una iniciativa de la Casa de León, entidad que agrupa a 40 socios y que desde el pasado año está presidida por María Dolores Llorente Rodríguez, funcionaria de Correos durante 41 años. A la fiesta de ayer asistieron alrededor de 90 personas y se celebró, como viene siendo habitual, en el Complejo Álvarez, cuyos cocineros sirvieron a los comensales el popular botillo, un embutido del Bierzo similar a lo que en Cáceres se conoce como buche, pero con la diferencia de que el leonés tiene pimentón, según explica Dolores Llorente, que añade: «pimentón de la Vera, precisamente». El plato se acompañó con berzas y patatas y se completó con cecina de León, pimientos y postre típicos y vino de la tierra.
La fiesta de convivencia tuvo un invitado especial: el escritor y periodista leonés Pedro García Trapiello, quien impartió una conferencia, previa a la comida, sobre las coincidencias gastronómicas entre las regiones de Castilla y León y Extremadura. «León y Cáceres, unidos por la carne», fue el título de su exposición.
Y es que la gastronomía es el principal motivo de reunión de los leoneses residentes en la capital cacereña. Tienen cuatro grandes momentos a lo largo del año: la fiesta de San Frolián, en octubre; la fiesta del cocido maragato, en enero, el botillo y el nuevo evento que se incorporó el año pasado, la fiesta de la sopa de trucha. Esta última se celebra coincidiendo con la feria de San Fernando, en mayo.
María Dolores Llorente, casada y con tres hijos, afirma sentirse «cacereña, pero sin olvidar a León». Natural de la localidad de Santa Cristina de Valmadrigal, a 35 kilómetros de la capital, tiene un casa en su tierra, donde pasa períodos de vacaciones. Sus hijos también mantienen lazos con sus raíces leonesas: «las raíces no hay que perderlas nunca». En Cáceres lleva 41 años, desde que comenzó a trabajar en el servicio de Correos, primero en la calle Donoso Cortés y luego en el edificio Múltiple. Es una cacereña más, como el resto de sus amigos de la Casa de León, y aunque les gusta su cecina, han aprendido a amar el jamón extremeño: «hombre, el jamón de pata negra no lo desprecia nadie».